La prostitución es una profesión que siempre ha provocado tanto rechazo como fascinación. Según la época y la cultura, las prostitutas han sido señaladas como descastadas, perversas y pecaminosas, o también como amantes necesarias y expertas en las artes amatorias. La implantación de las religiones mayoritarias en buena parte del planeta acabó con esa denotación positiva que podía llegar a tener el oficio de meretriz, para castigar a toda aquella que vendiese su cuerpo en actos impuros. Y aunque las cosas han cambiado bastante en las últimas décadas, y por suerte la sociedad ya ha empezado a abrir la mente en este tipo de cuestiones, la imagen peyorativa de la prostitución sigue estando muy en boga. Al menos, durante estos años se está llevando a cabo un debate, cuanto menos interesante, sobre la legalidad o no de este trabajo, y cómo conseguir que sus peores consecuencias (abusos, tráfico sexual) se terminen de una vez por todas.

Y es que en torno a la prostitución existen muchísimos mitos y leyendas, conceptos que se han repetido durante décadas, incluso siglos, y que se han tomado como verdaderos. En algunos casos siéndolo, no lo negamos, pero en otros muchos, aludiendo simplemente a falsos mitos que solo ayudan a engordar esa imagen peyorativa que la prostitución tiene todavía para el conjunto de la sociedad. Al ser un trabajo sexual, la prostitución siempre ha sido considerada como un tabú. En las últimas décadas, muchos estudiosos universitarios están tratando de explicarla desde el punto de vista de las ciencias sociales, aportando luz a un trabajo que siempre ha sido apartado de la sociedad. Con esto se intenta conseguir que esos falsos mitos que rodean a la prostitución se terminen, ya que no se corresponden con la realidad, a pesar de lo que muchas personas piensen. Nosotros hemos recogido algunos de los principales para tratar de rebatirlos y mostrar la realidad que se esconde detrás del “oficio más antiguo del mundo”.

“Nadie ejerce de forma voluntaria”

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Es una de esas mentiras que se suelen dar por aceptadas automáticamente. La prostitución, vista como un trabajo poco recomendable, totalmente degradante a nivel moral, solo puede ser llevado a cabo por personas que se ven obligadas. Ya sea porque están en mano de mafias que explotan a esas mujeres, o porque no han encontrado un trabajo decente en el que poder desarrollarse, toda la que ejerce lo hace por obligación. Y no, no es del todo así. Es cierto que buena parte de las prostitutas están en una situación que, de hecho, no es la ideal para ellas. Querrían cambiarla, buscar otro empleo y salir de una vida que no es precisamente idílica. Pero en otros casos, las escorts son perfectamente conscientes de lo que están haciendo.

Para muchas chicas jóvenes, la prostitución es una oportunidad para ganar dinero fácil y rápido, y en muchos casos, haciendo algo que les encanta. No son mayoría, eso es cierto, pero estas escorts de lujo pueden incluso decidir con qué clientes se relacionan y con quienes no. Tienen una capacidad de decisión que nos las convierte en simples “cuerpos” que se venden. Y además, están ofreciendo su fuerza de trabajo, en este caso en el sexo, como muchas otras lo hacen limpiando escaleras, barriendo en las calles o dejándose el alma, la salud y la vida en cualquier otro trabajo. Si no miramos esos empleos como algo indigno, ¿por qué si consideramos así al sexo? La respuesta está en nuestra moral, en la forma en la que consideramos que el sexo no debe ser algo que se comparta con cualquiera.

“Las trabajadoras sexuales están obligadas a realizar prácticas no deseadas”

No vamos a negar que existan muchas chicas que están obligadas, por su proxeneta, a realizar cualquier tipo de práctica sexual. Ese es el tipo de comportamiento que debemos perseguir, para que ninguna escort se sienta en la obligación de hacer algo que no desea, incluso cuando haya dinero de por medio. Todo lo demás es una transacción económica, de dinero a cambio de un servicio. La chica puede aceptar o no. Puede poner límites, decir este tipo de servicios no los hago, y eso no debería ser un problema para sus clientes. Sabemos que la realidad es mucho más compleja que esto, pero no podemos generalizar afirmando que todas las chicas están obligadas a llevar a cabo prácticas que en realidad no desean.

“Las acompañantes llevan una doble vida”

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Esta es, seguramente, uno de los mitos que más parte de realidad tiene. Pero no es culpa de las propias chicas, sino de la sociedad que las rodea, y que no acepta de buen grado que ellas quieran dedicarse a este tipo de negocios. Si dices claramente que eres escort, la gente suele mirarte rato, cuando no considerarte directamente una persona poco recomendable. Y es que ese estigma sigue pensando demasiado en la sociedad, tanto que la mayoría de chicas prefieren mantener su trabajo alejado de su vida normal. Algo que, por otra parte, todo el mundo intenta, con más o menos fortuna.

El trabajo no es lo que nos define, es nuestra forma de ganarnos la vida, nada más. Aun así, las chicas que se entregan de esa forma suelen tener más problemas en relacionarse con amigos, e incluso encontrar pareja. Es algo que está en la mirada y en la mente del resto del mundo, no de las propias escorts. Esa doble vida no tiene por qué afectarles directamente a ellas, que saben separar perfectamente su faceta laboral de la personal, incluso en lo sentimental. Cuesta trabajo entender que una chica pueda trabajar como escort y luego irse a tomar un café con sus amigas, lavar la ropa o dar clases de canto, por poner ejemplos. Pero es que una cosa no tiene que ver con la otra. Las escorts se ven marcadas por su trabajo, aunque no sean amantes profesionales las 24 horas del día.

“Nadie elegiría este trabajo por voluntad propia”

Este mito entronca directamente con el primero, y como ya hemos visto, no es del todo real. Si bien hay muchas chicas que se ven empujadas a trabajar como escorts, también hay otras tantas, sobre todo en los últimos tiempos, que ven este trabajo como una alternativa estable y bien remunerada. La percepción del sexo, la moralidad y lo que significa para cada uno entregarte al placer con otra persona es lo que marca las diferencias a la hora de entender este trabajo como algo normal o como una auténtica maldición. Para muchas puede ser un clavo ardiendo, pero para otras muchas es su salida del infierno. Porque tal vez nadie sueñe con ser amante profesional como vocación, pero sí que encuentran aquí una fórmula de empoderarse, no de sometimiento, como muchos consideran. Es su cuerpo, y pueden hacer uso de él como quieran.