Muchas de las grandes leyendas de la música tienen orígenes tremendamente humildes, al punto de que muchos incluso vivieron y murieron en la calle. El éxito, en ocasiones, llega cuando uno ya no está, y el reconocimiento tardío, tras la muerte, es un vano consuelo para aquellos que han logrado marcar un punto de inflexión en el mundo del arte. Y es que algunos géneros musicales solo  pueden surgir de las calles más humildes, donde el pueblo canta para sobrevivir, con un arraigo popular que inunda todas las esquinas. El flamenco surge en España en los pequeños pueblos del sur del país, de la mano de gitanos que llegaban desde toda Europa, y que cantaban a los señores. El blues se inicia en América con los esclavos africanos que buscaban una manera musical de sobrellevar las grandes jornadas en las plantaciones. Con el fado ocurre un poco lo mismo.

El género portugués por excelencia tiene un origen muy antiguo en sus formas originales, pero también un cambio drástico hacia la modernidad a mediados del siglo XIX. Y es que el fado moderno, el que se canta actualmente por todo el país, surge en la Lisboa de aquella primera mitad del siglo XIX, en los arrabales de una ciudad en constante evolución. Un estilo tan sentido, tan lleno de melancolía y dolor, solo puede nacer en barrios pobres acostumbrados a las tragedias. Evidentemente, la gente con poder y dinero no estaba preparada para crear un estilo como este, prefiriendo otro tipo de música más “elevada”. Es por eso que el fado surge y se desarrolla en la propia calle, dejando que sea el pueblo el que lo lleve a un éxito masivo, década tras década. Una de las máximas pioneras en este estilo fue A Severa, una figura icónica en Lisboa que se ha convertido, con el tiempo, en una auténtica leyenda. Se trata de una fadista que murió con apenas 26 años, al estilo de las estrellas del rock del siglo XX, y que conseguiría revolucionar la manera de cantar. Artista, prostituta y figura señera de la ciudad, hoy en día se sigue recordando con mucho amor a esta cantante.

Un estilo muy reconocible en Portugal

Históricamente, el fado ha sido la representación musical propia de Portugal desde hace dos siglos. Si bien hay expertos que identifican su origen primigenio mucho antes, en las canciones marineras que ya se escuchaban en el siglo XVI en Lisboa, el fado moderno nace en el siglo XIX. De hecho, una de las primeras figuras de este canto es precisamente A Severa, convirtiéndose en pieza capital para su desarrollo. El fado es un tipo de canción melódica que se canta acompañada de una guitarra española o portuguesa, habitualmente por una voz femenina. La melodía suele ser triste y melancólica, y en las letras, los cantantes expresan pesares cotidianos, historias del día a día, especialmente en barrios humildes. Desde mediados del siglo XX, el fado se ha internacionalizado y hoy por hoy es una de esas “músicas del mundo” más reconocidas en todo el planeta.

A Severa, toda una pionera

María Severa Onofriana, el verdadero nombre de esta artista, nace en Lisboa en 1820, siendo hija de un gitano portugués y de una prostituta lisboeta. Ana, su madre, regentaba una taberna en el bullicioso barrio de A Madragoa, donde María creció aprendiendo todos los secretos del trabajo de su progenitora. Llevaba el arte en las venas y consiguió una guitarra portuguesa, con la que comenzó a cantar por las calles y las tabernas. Dicen de ella que era alta, muy guapa y graciosa, y tenía una voz capaz de encandilar a cualquiera. Las forma de cantar de A Severa se hizo muy popular por su timbre tan peculiar, pero fue su propia personalidad la que la convirtió en un mito. Y es que la joven era todo un personaje en la Lisboa de la época.

Acostumbrada a cantar en muchos lugares diferentes, se dice que A Severa trabajaba, como su madre, de prostituta. Muchos, para rebajar esta consideración, la llaman “cortesana”, aunque desde luego no perteneció a corte alguna. Sí que tuvo relación con algunos nobles y señores de la época, como el Conde de Vimioso, quien la llegó a presentar como su amante en algunas corridas de toros de la época. Sus canciones y su forma de interpretar le concedieron una gran popularidad en una época en la que el fado comenzaba a destacarse como un nuevo género importante en Portugal. A Severa fue, para muchos, la primera gran cantante de fados de la historia, y su legado, como veremos ahora, ha sido enorme.

Alcanzó gran popularidad en su corta vida

Como si de Kurt Cobain o Amy Winehouse se tratase, A Severa también llegó al éxito siendo muy joven, y nos dejó demasiado pronto. Murió en 1846, con apenas 26 años, después de sufrir una tuberculosis que seguramente conseguiría en algunos de sus escarceos amorosos. La prostitución era un trabajo habitual en el barrio donde A Severa nació y creció, y aunque parece cierto que la chica intentó salir de aquella zona más humilde, sus encuentros con diversos hombres pudieron jugarle una mala pasada. Para el momento de su muerte, A Severa ya era conocida en toda la ciudad de Lisboa, gracias a su desparpajo y a su manera de cantar. Sin embargo, su fallecimiento la convertiría en un auténtico mito.

El fado terminaría siendo la música más importante en toda Portugal, y la figura de A Severa pasó de ser una auténtica leyenda. Es por eso que, tras su muerte, se han dicho muchas cosas en torno a su biografía que no son ciertas, o seguramente no lo sean. Es complicado comprobarlo porque tampoco se tienen muchos vestigios de lo que esta mujer dejó hecho en vida, más allá de algunas crónicas. De hecho, su fama creció muchísimo cuando Julio Dantás, un escritor portugués de finales del siglo XIX, le dedicó una popular novela, que terminará convirtiéndose poco después en una obra de teatro. La figura de A Severa, prostituta y cantante, ya era un mito en todo el país.

El legado de A Severa

Actualmente se considera a María Severa como la primera cantante de fados de la historia moderna. Una mujer que tuvo una vida fascinante, aunque potencialmente exagerada con el tiempo. La novela de Dantas se ha convertido en un clásico, pero muchos advierten de que seguramente no sea del todo realista. Sin embargo, como el buen fado, la historia queda en un segundo plano frente a la forma de expresarla. En el año 1931 se estrenó la película A Severa, basada en la propia obra de teatro, que se convirtió en el primer film portugués con sonido. En el país luso, la figura de A Severa es muy recordada y respetada, incluso en su parte más polémica, la que la colocaba como una “mujer de la calle”. La prostitución y su trabajo sexual eran parte de su vida y así se definía la propia Severa, genio y figura del fado.